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El cortisol es una hormona esteroide que normalmente es secretada por la corteza suprarrenal en respuesta a la ACTH. Ejerce su acción fijándose a los receptores nucleares, que a su vez actúan sobre la cromatina para regular la expresión génica, produciendo efectos en todo el cuerpo.
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La hidrocortisona y acetato de cortisona, al igual que el cortisol, tienen efectos mineralocorticoides que son excesivos a una dosis mayor (eCuadro 26–3). Otros corticoesteroides sintéticos como prednisona, dexametasona y deflazacort (oxazolina derivada de la prednisolona) poseen actividad mineralocorticoide mínima. Los anticonvulsivos (p. ej., difenilhidantoinato, carbamazepina, fenobarbital) aceleran el metabolismo de los corticoesteroides, reduciendo considerablemente su potencia. El megestrol, progestágeno sintético, tiene actividad corticoesteroide discreta que se acentúa cuando se administra a dosis elevada para estimular el apetito.
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La administración sistémica de corticoesteroides en dosis altas y por largo tiempo causa efectos adversos que pueden ser letales. Además de la administración oral y parenteral, los corticoesteroides transdérmicos e inhalados tienen cierta absorción sistémica y pueden causar efectos adversos similares. Es importante informar con gran detalle a los pacientes de los posibles efectos adversos graves del tratamiento, como insomnio, cambios de personalidad y cognitivos, aumento de peso con obesidad central, moretones, estrías, debilidad muscular, poliuria, cálculos renales, diabetes mellitus, glaucoma, cataratas, supresión de hormonas sexuales, candidosis e infecciones oportunistas (cuadro 26–16). Los corticoesteroides en dosis altas ejercen efectos adversos en el aparato cardiovascular y agravan el riesgo de hipertensión, dislipidemia, infarto del miocardio, apoplejía, fibrilación auricular o aleteo, e insuficiencia cardiaca. La ulceración gástrica es más común con las dosis altas de corticoesteroides, en especial cuando los pacientes toman NSAID simultáneamente. Los corticoesteroides inhalados en dosis altas predisponen a la candidosis oral y a la infección micobacteriana pulmonar no tuberculosa. Para reducir los riesgos, la dosis y la duración de la administración de corticoesteroides deben reducirse al mínimo. Inmediatamente después de los corticoesteroides inhalados, el lavado apropiado de la boca y los gargarismos pueden reducir la absorción sistémica.
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