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La inmunización es uno de los recursos más importantes (junto con los recursos sanitarios) para evitar la morbilidad y la mortalidad por enfermedades infecciosas. En general, la administración de la mayoría de las vacunas induce una respuesta perdurable de anticuerpos (inmunización activa). En cambio, la inmunización pasiva ocurre cuando se administran anticuerpos preformados (p. ej., inmunoglobulina a partir de una mezcla de suero), con la generación de protección temporal, que es una respuesta menos duradera. Las dos variantes de inmunización activa son las vacunas con microorganismos vivos atenuados (que se cree que producen una respuesta inmunitaria más parecida a la infección natural) y las vacunas con patógenos inactivados o muertos.
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El esquema de vacunación varía según lo siguiente: riesgo de la enfermedad que quiere prevenirse mediante la inmunización, si la vacuna ha sido administrada previamente, estado inmunitario del paciente (probabilidad de que responda a la vacuna) y seguridad de la vacuna (producto vivo en comparación con muerto, así como implicaciones para el feto en embarazadas). Las recomendaciones para adultos saludables, así como las poblaciones especiales según las situaciones médicas, se resumen en el cuadro 30–7, que puede revisarse en línea en www.cdc.gov/vaccines/schedules.
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