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Aunque el DSM-5 ha reclasificado los trastornos de la función sexual femenina, la práctica clínica relacionada con la detección y tratamiento aún se basa sobre todo en la clasificación anterior de trastorno por deseo sexual hipoactivo (HSDD). El HSDD es el trastorno sexual más prevalente en las mujeres. Las mujeres con HSDD informan al menos seis meses de baja motivación o deseo de actividad sexual, junto con sufrimiento personal significativo. El Decreased Sexual Desire Screener (https://www.sexhealthmatters.org/resources/decreased-sexual-desire-screener) es un cuestionario validado aplicado por la paciente misma que puede ayudar a los médicos a diagnosticar este trastorno.
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Desde el punto de vista fisiopatológico, el trastorno por deseo sexual hipoactivo se relaciona con un desequilibrio en las vías estimulantes e inhibidoras sexuales centrales. Las vías excitatorias implican la acción de dopamina, melatonina, oxitocina, vasopresina y noradrenalina, en tanto que las vías inhibitorias usan los sistemas de opioide, serotonina y endocannabinoide. Los trastornos psicológicos, los fármacos, las enfermedades concomitantes y las preocupaciones por la relación pueden acentuar más el efecto que este desequilibrio tiene en la función sexual.
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MANIFESTACIONES CLÍNICAS
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Diversos trastornos médicos (depresión, ansiedad, diabetes, incontinencia urinaria y esclerosis múltiple) y ciertos fármacos (antidepresivos, tratamiento hormonal, antihipertensivos) pueden contribuir al bajo deseo sexual, por lo que es esencial realizar un interrogatorio detallado para identificar factores de riesgo que pueden modificarse. En ciertas mujeres puede ser apropiado efectuar una exploración ginecológica para identificar zonas de sensibilidad o molestia que podrían vincularse con un coito doloroso y el deseo sexual disminuido. No se requieren pruebas de laboratorio para establecer el diagnóstico, aunque pueden medirse las concentraciones de prolactina y hormonas tiroideas en algunas pacientes en las que otros síntomas suscitan sospecha de alteraciones hormonales. Resulta notable que la concentración de testosterona no se relaciona con la función sexual femenina y no debe cuantificarse en forma sistemática.
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El tratamiento para el deseo sexual atenuado incluye asesoría en el consultorio, psicoterapia y fármacos. La asesoría en el consultorio puede facilitarse si se adopta una modalidad basada en el modelo PLISSIT usado en terapia sexual. (Las letras del nombre del modelo se refieren a los cuatro niveles diferentes de intervención que puede usar el terapeuta sexual: permiso [P], información limitada [LI], sugerencias específicas [SS] y terapia intensiva [IT].) Además de la terapia sexual, la psicoterapia intensiva puede incluir entrenamiento cognitivo conductual y entrenamiento para reducir la tensión basada en la conciencia (véase el cap. e4-06).
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Con base en la comprensión de las vías excitatoria e inhibitoria sexuales, los fármacos que aumentan la liberación o unión de dopamina o reducen la de serotonina pueden ser efectivos para incrementar el deseo sexual. La flibanserina, un agonista total del receptor 5-HT1A y, con menor afinidad, antagonista del receptor 5-HT2A, fue el primer fármaco con aprobación de la FDA para ...