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Experimentar con alcohol o tabaco por vez primera es común entre adolescentes. Para el momento del último año de la escuela secundaria, casi 70% de los estudiantes habrá probado el alcohol, 50% habrá consumido una droga ilegal, cerca de 40% habrá fumado un cigarrillo, y más de 20% habrá hecho mal uso de un fármaco de prescripción para un propósito no médico. Sin embargo, el consumo continuo de sustancias es una conducta de riesgo no normativa con el potencial de comprometer el desarrollo del adolescente y llevar a un trastorno por uso de sustancias (SUD, substance use disorder).
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La American Psychiatric Association señaló criterios para juzgar la gravedad de los trastornos por uso de sustancias. La versión más reciente del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), 5.a edición (DSM-5), pasó de los términos anteriores “abuso de sustancias” y “dependencia de sustancias” a trastornos por uso de sustancias leve, moderado y grave. Hay 11 características descritas en el DSM-5; los pacientes con la forma leve tienen 2 o 3 características, mientras aquéllos con la moderada tienen 4 o 5 sin pérdida de control o características compulsivas. Los pacientes con la forma grave tienen más de 6 características, incluida la pérdida de control o características compulsivas.
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Los efectos fisiológicos y síntomas de intoxicación comunes (que pueden ocurrir en cualquier etapa del uso de sustancias) y abstinencia (un síntoma de dependencia) para las clases principales de sustancias se muestran en los cuadros 5–1 y 5–2.
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