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El sobrepeso y la obesidad se definen como la acumulación excesiva de grasa, que representa un riesgo para el bienestar.1 El impacto en la salud relacionado con la obesidad implica el aumento proporcional y drástico en el riesgo de mortalidad por todas las causas, incluidas las cardiovasculares y oncológicas;2–3 la disminución de la esperanza de vida de cinco a 10 años; y el aumento del riesgo de enfermedades tales como diabetes mellitus (DM), hipertensión arterial (HTA), enfermedad por hígado graso, osteoartrosis, etc.4
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En México, el problema de la obesidad y el sobrepeso incluye alrededor de 75% de la población adulta, que además se asocia con altas prevalencias de, aproximadamente, 10% de DM y 18% de HTA.5
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Aunque la modificación conductual, acompañada de dieta y ejercicio, es considerada la piedra angular del tratamiento para la obesidad, su eficacia individual resulta solo marginal.6 De esta manera, en los pacientes que no consiguen la reducción de peso contemplada con estas medidas o en aquellos con un índice de masa corporal (IMC) de 30 kg/m2 o 27 kg/m2, en presencia de comorbilidades, se recomienda añadir farmacoterapia.
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La adición de farmacoterapia a la modificación conductual mediante dieta y ejercicio mejora notable y significativamente la reducción de peso; no obstante, por lo regular sigue un curso consistente en el alcance de una fase meseta tras el desarrollo del efecto máximo, además, cuando la farmacoterapia es descontinuada, normalmente se espera la tendencia a la recuperación de peso. Adicionalmente, la eficacia reductora de peso que ofrecen los fármacos suele presentar una alta variabilidad interindividual y diversos grados de tolerancia.7 De esta manera, los fármacos antiobesidad no pueden considerarse como la solución definitiva para el tratamiento de la obesidad, sino un apoyo para facilitar el control del peso y estimular al paciente obeso en la adopción definitiva de los cambios conductuales.
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Diversas guías internacionales recomiendan evaluar la eficacia de la farmacoterapia después de los tres primeros meses; si la pérdida de peso lograda es satisfactoria (>5% en pacientes sin DM y >3% en pacientes con DM), la conducta apropiada sería la continuación del tratamiento. En contraparte, el tratamiento debiera interrumpirse en los sujetos no respondedores.8
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Actualmente, solo unos pocos fármacos antiobesidad se encuentran a disposición de la clase médica. En la mayoría de los ensayos clínicos en que se evalúan las intervenciones farmacológicas, la pérdida de peso corporal suele oscilar entre 3 y 9%, incluyendo los relativamente nuevos análogos de péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP-1) y las combinaciones topiramato/fentermina y bupropión/naltrexona.9
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Probablemente el alto costo y la eficacia básica similar de los nuevos desarrollos constituyen factores determinantes para que diversos productos genéricos antiobesidad mantengan un lugar importante en la farmacoterapia en México, y en otros países, donde el problema de la obesidad es importante. A continuación, describimos ...