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El diagnóstico neurológico suele basarse en la anamnesis y la exploración física cuidadosas. En su caso, no son necesarios métodos auxiliares, o con ellos simplemente se corrobora la impresión clínica. También es posible disminuir el número de diagnósticos a unas cuantas posibilidades, pero se necesitan estudios para elegir la solución correcta. El neurólogo tiene la tarea de plantear un diagnóstico por medio de la integración hábil de los datos clínicos con métodos de laboratorio. Por lo regular el clínico cuenta con alguna información de laboratorio cuando acude el paciente a consulta y ello puede orientar o desviar el cauce correcto de acción.
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Hace pocos decenios, los únicos métodos de laboratorio con que contaba el neurólogo eran el estudio de una muestra de líquido cefalorraquídeo, las radiografías del cráneo y la columna vertebral, la mielografía con medio de contraste, la neumoencefalografía y la electroencefalografía. El arsenal del médico aumentó al incluir muchas modalidades de métodos de neuroimagen, bioquímicos y genéticos. Algunos de estos nuevos procedimientos son tan impresionantes que llegan a plantear la tentación de sustituir con ellos la anamnesis y la exploración física detallados y cuidadosos. Además, en la práctica actual es muy frecuente recurrir a estudios complementarios para detectar anormalidades que no poseen importancia para el problema presente. En consecuencia, el médico debe valorar siempre la importancia y significación de los datos de estudio de laboratorio solo dentro del contexto de los hallazgos clínicos, de ahí que el neurólogo deba familiarizarse con todos los procedimientos de laboratorio importantes para una enfermedad neurológica, su confiabilidad y los peligros que entrañan.
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A continuación se incluye una descripción de métodos de laboratorio que pueden aplicarse a diversas enfermedades neurológicas. En los capítulos que corresponden a estas enfermedades se revisan métodos cuya aplicación es pertinente para identificar un complejo sintomático o una categoría particular de enfermedad; por ejemplo, la audiografía para valorar la hipoacusia; la electronistagmografía (ENG) en casos de vértigo; la electromiografía (EMG) y los estudios de conducción nerviosa, y también la obtención de fragmentos de nervio y músculo para biopsia en caso de enfermedad neuromuscular.
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ESTUDIO DEL LÍQUIDO CEFALORRAQUÍDEO
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Los datos obtenidos en el estudio del líquido cefalorraquídeo (LCR) son fundamentales para el diagnóstico de algunas enfermedades neurológicas, en particular cuadros infecciosos e inflamatorios, hemorragia subaracnoidea y trastornos que alteran la presión intracraneal. Las combinaciones de hallazgos, o fórmulas, en dicho líquido por lo común denotan clases particulares de enfermedades, que se resumen en el cuadro 2–1. El líquido suele obtenerse por punción lumbar, y más adelante se describe su técnica e indicaciones.
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