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Conforme se incrementa el número de adultos mayores en la población, cada vez hay mayor solicitud de consultas al neurólogo porque en una persona por lo demás sana comienza el deterioro mental y se pierde la capacidad para desempeñarse de manera efectiva en el trabajo o su casa. Esto puede indicar el desarrollo de una enfermedad cerebral degenerativa, tumor cerebral, múltiples accidentes cerebrovasculares, hematoma subdural crónico, intoxicación por sustancias, meningoencefalitis crónica (como las causadas por el virus de inmunodeficiencia humana [VIH] o la sífilis), hidrocefalia normotensa o depresión. Antes, cuando podía hacerse poco por estos estados clínicos. Sin embargo, la medicina moderna ofrece los medios para tratarlos y en algunos casos para restaurar la capacidad mental normal del paciente. Más aún, en la actualidad se cuenta con tecnología diagnóstica que permite el reconocimiento más oportuno del proceso patológico subyacente, incrementa las posibilidades de recuperación o impide la progresión de la enfermedad.
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En el capítulo 19 se abordaron las definiciones de los estados normales y anormales de la mente, y se planteó que el término demencia denota el deterioro persistente de las funciones intelectuales y cognitivas con escasa o nula alteración de la consciencia o de la percepción. En la terminología neurológica actual, tal vocablo se utiliza para designar un síndrome de deficiencia de la memoria y perturbación de otras funciones intelectuales, como consecuencia de trastornos degenerativos, progresivos y crónicos del cerebro. Tal vez esta definición sea apenas suficiente. Dicho término abarca con mayor exactitud diversos síndromes muy afines caracterizados, además del deterioro intelectual, por anomalías en la conducta y cambios de la personalidad. Además, la demencia puede ser el resultado de alguna encefalopatía estática, como traumatismo craneoencefálico o anoxia cerebral, o de una enfermedad degenerativa progresiva, pero difiere de las “encefalopatías” por su carácter crónico. Por eso, no es posible identificar si una persona amnésica y confundida tiene demencia, sino hasta que haya transcurrido un determinado tiempo y hayan persistido las deficiencias. Por lo contrario, las encefalopatías son en gran medida reversibles. Independientemente de la necesidad de contar con definiciones correctas de estos términos, las dos entidades tienen causas diferentes. Hay varios estados demenciales de causas y mecanismos diferentes, y la degeneración de algunos sistemas de neuronas cerebrales, a pesar de que es frecuente, constituye sólo uno de varios tipos. De forma similar, como se señaló en capítulos previos, son innumerables las causas intrínsecas (metabólicas) e intrínsecas (tóxicas).
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Para comprender el fenómeno del deterioro intelectual es conveniente tener una idea de cómo las funciones intelectuales, en particular la inteligencia y la memoria, se organizan y desarrollan de manera normal, así como la forma en la que los déficits en estas funciones se vinculan con lesiones cerebrales difusas y focales. En este capítulo se expondrán los factores neurológicos de la inteligencia como un preámbulo al análisis de las demencias y los mecanismos neurológicos de la memoria.
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