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Las funciones del habla y el lenguaje revisten una importancia primordial para el ser humano, tanto en las relaciones sociales como en su vida intelectual. Cuando se alteran por una enfermedad encefálica, la gravedad de la pérdida funcional excede a todas las demás (inclusive la ceguera, la sordera y la parálisis). Todos los trastornos del habla y el lenguaje son de importancia para el neurólogo, incluidos los de la lectura y la escritura, porque son casi invariablemente manifestaciones de enfermedad cerebral.
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En términos generales, el lenguaje es un medio de representación simbólica de objetos, actos y hechos, y, por tanto, el espejo de toda la actividad mental superior. La manipulación interna de estos símbolos constituye el pensamiento y su retención es el fundamento de la memoria. En un sentido más estricto, es el vehículo por medio del cual los pacientes comunican sus síntomas y problemas al médico, y, al mismo tiempo, el recurso para llevar a cabo todas sus relaciones interpersonales. Por tanto, cualquier proceso patológico que interfiera con el habla o la comprensión de las palabras habladas trastoca la esencia de la relación entre médico y paciente. Aunque habla y lenguaje son funciones muy relacionadas entre sí, no son sinónimos. El lenguaje denota la generación y comprensión de términos; el habla señala los aspectos articulatorios y fonéticos de la expresión verbal. Un trastorno de la función del lenguaje es siempre reflejo de una anomalía del encéfalo y, de manera más específica, del hemisferio cerebral dominante. Un padecimiento del habla puede tener un origen similar, pero no en todos los casos; puede deberse también a ciertas anomalías en diversas partes del encéfalo o a mecanismos laríngeos, faríngeos o linguales.
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Por último, el estudio de las afecciones del lenguaje y el desarrollo del mismo (cap. 27) sirve para dilucidar la relación entre las funciones psicológicas y la anatomía y fisiología del encéfalo.
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Se ha puesto de relieve que el fundamento de la dominancia del ser humano sobre el mundo animal se debe a dos facultades: primera, la capacidad para desarrollar y emplear símbolos verbales como sustrato de su propia ideación y como medio de transmitir a otros miembros de la especie los pensamientos con palabras habladas y escritas, y segunda, la singular facilidad para emplear las manos. Un hecho curioso e interesante es que tanto el lenguaje como la destreza manual (al igual que la praxis) han evolucionado en relación con agregados particulares de neuronas y vías en un hemisferio cerebral (el dominante). Esto se aparta de muchas de las demás actividades neurofisiológicas localizadas, que se organizan de acuerdo con un plano contralateral o bilateral y simétrico. El dominio de un hemisferio, casi siempre el izquierdo, surge en el desarrollo del encéfalo junto con el habla y la preferencia por la mano derecha, en especial para la escritura. Por tanto, la falta de desarrollo o ...