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Como se indicó en el capítulo anterior, los estándares de crecimiento, desarrollo y maduración proporcionan un marco de referencia contra el cual se deben comparar todos los procesos patológicos al principio de la vida. Sin embargo, en ocasiones se ha perdido de vista que en el otro extremo de la vida los déficits neurológicos deben juzgarse de igual manera, bajo un contexto de cambios normales del envejecimiento. Los más tempranos de estos cambios se inician mucho antes del periodo reconocido de la senectud y prosiguen durante el resto de la vida. La mayoría de los autores utiliza los términos envejecimiento y senectud como sinónimos, pero algunos hacen una diferenciación semántica sutil entre el proceso puramente pasivo y cronológico de envejecimiento y el conjunto de cambios corporales que caracterizan a este proceso (senectud).
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Los biólogos han medido varios de estos cambios. En el cuadro 28–1 se señalan las estimaciones de la decadencia estructural y funcional que acompaña al envejecimiento entre los 30 y 80 años de edad. Parece ser que en ese proceso participan todas las estructuras y todas las funciones. Algunas personas superan los estragos del envejecimiento mucho mejor que otras y al parecer esta resistencia es familiar. Se puede decir que dichas alteraciones no guardan relación con la enfermedad de Alzheimer ni otros trastornos degenerativos y que en general los cambios del envejecimiento reducen la capacidad para recuperarse de casi cualquier enfermedad o traumatismo. Se ha considerado que la “debilidad” es una entidad que engloba la suma del deterioro de múltiples órganos y sistemas como resultado de las etapas tardías del envejecimiento. En lo referente al sistema nervioso, comprende disminución de la masa muscular, de la fuerza y la resistencia, inapetencia, adelgazamiento involuntario y decremento de la movilidad y del equilibrio, a lo que se puede agregar deterioro de la visión, la audición u otras funciones sensitivas especiales en grados diversos en los ancianos. La definición funcional de debilidad se resume en el cuadro 28–2 (Fried). En épocas pasadas se le denominaba “decrepitud”, término utilizado en pediatría. La British Geriatrics Society planteó un esquema simplificado. Sus componentes identificados son lentificación de la marcha, en la cual el sujeto no puede recorrer 4 m en menos de 5 s; incapacidad de levantarse de una silla, caminar 3 m y sentarse de nuevo, en menos de 10 s; puntuación de 3 o mayor en el cuestionario llamado PRISMA 7, que destaca aspectos como tener más de 85 años, problemas de salud que obligan a la persona a no salir de su hogar, y la necesidad de usar bastones, una caminadora o una silla de ruedas. Para ampliar el tema se recomienda consultar la declaración de la Sociedad mencionada y la revisión de Clegg et al.
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