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INTRODUCCIÓN

El traumatismo craneoencefálico ocupa el primer lugar por su frecuencia y gravedad entre la gran variedad de enfermedades neurológicas; en Estados Unidos constituye la causa principal de muerte en personas menores de 45 años y más de la mitad de estas muertes son resultado de lesiones craneoencefálicas. De acuerdo con los CDC, se calcula que 288 000 estadounidenses ingresaron en el 2014 en hospitales después de un traumatismo cerebral; de estos, el traumatismo craneoencefálico produjo la muerte de 57 000, casi todos los casos en jóvenes y por lo demás sanos. Muchos otros sufren discapacidad permanente. En adultos mayores de 40 años, casi 20% ha sufrido una lesión craneoencefálica de gravedad variable durante su vida (Schneider et al.).

El problema básico en los traumatismos craneoencefálicos es simple y complejo: simple porque no es difícil identificar la causa, como un golpe en la cabeza o la onda expansiva de una explosión, y complejo por sus efectos inmediatos y tardíos en el cerebro y el cráneo que complican la lesión. En cuanto al propio traumatismo es poco lo que puede hacerse, dado que ya ha terminado antes de que el médico u otros acudan a la escena. En el mejor de los casos, estos pueden valorar la extensión total de la lesión cerebral inmediata, determinar los factores que pueden propiciar complicaciones y lesiones adicionales e instituir medidas para evitar tales problemas adicionales. En particular puede estabilizarse el cuello y es posible asegurar la perfusión y oxigenación adecuadas. Las técnicas nuevas de biología celular han permitido la identificación de casos secundarios a la lesión traumática de neuronas y la glía, pero este conocimiento todavía es aún limitado. Algunos de estos cambios pueden ser reversibles, pero a pesar de una gran cantidad de experimentos en animales, no se ha conseguido un avance terapéutico.

Una concepción errónea común es presuponer que las lesiones craneoencefálicas son competencia solo del neurocirujano y no del médico general o el neurólogo. En realidad, cerca de 80% de los traumatismos craneoencefálicos es visto primero por un médico general en una sala de urgencias y es probable que menos de 20% requiera de alguna intervención quirúrgica, y aun este número está en disminución. El neurólogo debe conocer en detalle las manifestaciones clínicas y la evolución natural de las lesiones encefálicas primarias y sus complicaciones, y conocer a fondo sus mecanismos fisiopatológicos. Los conocimientos en esa área deben guardan relación con la interpretación de las tomografías computadorizadas (CT, computed tomography) y las imágenes por resonancia magnética (MRI, magnetic resonance imaging), métodos que han ampliado enormemente la capacidad del clínico para tratar la lesión cerebral traumática. En este capítulo se revisan los hechos sobresalientes, propios de las lesiones craneoencefálicas, y se plantean estrategias clínicas que, en opinión de los autores, ha sido útil durante muchos años. En el capítulo 42 se señalan los aspectos propios de las lesiones de la columna, que a ...

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