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El adjetivo degenerativo no resulta muy atractivo para el neurólogo moderno. El término se originó en el concepto desacreditado de siglos pasados sobre la heredabilidad de las características personales “degeneradas”. En la actualidad incluye a un grupo grande de trastornos que se caracteriza por un deterioro inexplicable de un nivel previo de normalidad a un menor nivel de capacidad funcional. Sería tentador atribuir a la degeneración todos los trastornos progresivos del sistema nervioso de causa desconocida. Es cierto que este no es el caso, ya que hoy se conocen al menos algunos de los mecanismos biológicos moleculares y celulares de las enfermedades degenerativas, y un porcentaje es causado por cambios genéticos en la línea germinal. Se les llama degenerativas, pero tal nosología podría ser un recurso de transición para que ocupen un sitio, en tanto se cuenta con conocimientos más precisos.
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El principio en que se basan las denominadas enfermedades degenerativas del sistema nervioso es una constante de pérdida neuronal progresiva de células relacionadas funcionalmente, como las de los ganglios basales, el cerebelo, la corteza cerebral y otras zonas. Por tanto, una característica identificadora de la enfermedad degenerativa es su tendencia a afectar zonas restringidas y a menudo relacionadas del sistema nervioso; es decir, la mayoría son “trastornos sistémicos”. Estas enfermedades pueden identificarse clínicamente por la pérdida progresiva más o menos uniforme de la función que desempeña el sistema afectado, como signos parkinsonianos, ataxia, o demencia. Muchas de ellas se caracterizan por la acumulación y el depósito anormal de proteínas. Se desconoce el mecanismo subcelular exacto de la pérdida; saber que una proteína se agrega intracelularmente o intercelularmente no equivale a conocer la causa de dichas entidades. Sin embargo, se usa degeneración como un término clínico y patológico que se aplica a un proceso de degradación neuronal, mielínico o tisular cuyos productos desencadenan una reacción de fagocitosis y astrogliosis celular, con mínima inflamación o sin ella.
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Gowers, en 1902, sugirió el término abiotrofia para designar las enfermedades degenerativas en las que, según su opinión, se perdía la “fortaleza vital” de las neuronas afectadas, lo que causaba su muerte prematura. El concepto comprende una hipótesis no probada: el envejecimiento y los cambios degenerativos de las células se originan en el mismo proceso. Es comprensible que los neuropatólogos contemporáneos sienten aversión para atribuir que el simple envejecimiento es causa de los diversos procesos de enfermedades celulares que constantemente son revelados por técnicas genéticas ultraestructurales y moleculares. Se ha podido advertir, con claridad cada vez mayor, que muchas de las enfermedades incluidas en esta categoría dependen de factores genéticos. Incluso más enfermedades, que no difieren de manera fundamental con las degenerativas, aparecen de modo esporádico, y constituyen casos aislados, pero aun así, factores como los polimorfismos de un solo nucleótido y las variaciones en el número de copias a menudo están involucrados en la patogenia, incluso si es solo como predisiposicón a la enfermedad.
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