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INTRODUCCIÓN

Tradicionalmente, los principales abordajes terapéuticos utilizados para el cáncer han sido la cirugía, la quimioterapia (QT) citotóxica y la radioterapia. La QT citotóxica fue el primer tratamiento sistémico que se utilizó en cáncer. Se incluyó como parte de las herramientas terapéuticas anticancerígenas desde mediados del siglo XX, y el día de hoy tiene un papel indiscutible en la mayoría de los tipos de cáncer. Sin embargo, su nivel de éxito se ha limitado por falta de selectividad y predilección por células cancerígenas sobre células sanas, lo cual se asocia a una concentración insuficiente del fármaco en el tumor, una toxicidad sistémica importante y a la generación de células tumorales farmacorresistentes. A pesar de estas limitaciones, la mayoría de los oncólogos coinciden en que estos agentes se utilizarán durante varios años más debido a las grandes necesidades insatisfechas de esta enfermedad.

Desde hace algunos años, la terapia blanco molecular ha ido ganando una mayor importancia por su especificidad en contra de las células tumorales. Una terapia blanco es un tratamiento que utiliza fármacos dirigidos contra genes o proteínas específicos que están involucrados en el crecimiento y la supervivencia de células cancerígenas. Estos genes o proteínas pueden ser propios de las células cancerígenas o suelen formar parte del ambiente tumoral que promueve el crecimiento del cáncer. A medida que la ciencia avanza y adquiere un mayor conocimiento sobre la regulación del crecimiento celular y de los cambios bioquímicos que dan lugar al cáncer, se crea un mayor número de oportunidades para el descubrimiento de fármacos dirigidos a blancos moleculares.

El desarrollo de terapias blanco inició en 1960 con los primeros trabajos que llevaron al descubrimiento del primer oncogén: BCR-ABL. Se asocia a leucemia mieloide crónica y es blanco del imatinib.1 Posteriormente, se identificaron genes supresores tumorales, mutaciones en los receptores de factores de crecimiento, sobreexpresión de vías de señalización y mutaciones en factores de transcripción. Cada uno de estos es un potencial blanco para el tratamiento anticancerígeno.

Uno de los aspectos más frustrantes de la QT citotóxica tradicional es la falta de respuesta: ¿por qué algunos fármacos ayudan a unos pacientes y a otros no les causa efecto alguno? El manejo individualizado del cáncer es un área de investigación muy activa. Se enfoca en encontrar formas de predecir una respuesta del paciente a determinado tratamiento con base en marcadores genéticos o moleculares. Esto resultó en que el tratamiento del cáncer se planee a la medida o se personalice a una presentación genética o molecular particular. Un ejemplo de tratamiento personalizado surgió a principios de este siglo, cuando se observó que solo los pacientes con cáncer de pulmón que albergaban alguna mutación activadora de los genes del receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR) y que representaban al 15% de la población con cáncer de pulmón, presentaron respuestas al gefitinib, un nuevo fármaco dirigido contra el EGFR. Este tipo de descubrimiento ayuda a que ...

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