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INTRODUCCIÓN

El dolor de origen oncológico o maligno es uno de los síntomas más comunes del cáncer. Ocurre hasta en 50% de los pacientes recientemente diagnosticados, de 25 a 65% en los que reciben tratamiento oncológico y en los de estadios avanzados hasta 80%. El dolor severo está presente en 75% y son pacientes que necesitarán tratamiento con opioides durante alguna etapa de la enfermedad. Factores como el tipo de cáncer, características histopatológicas, extensión tumoral, tratamientos recibidos y estatus psicológico impactan en la incidencia del dolor.

Para que un tratamiento sea exitoso, se deben considerar los factores individuales, los propios del tumor y los institucionales. Entre los individuales destaca la importancia de reducir el tiempo que tarda una persona en buscar atención médica y estos son síntomas, edad, sexo, estado inmunitario, psicológico, económico y de salud general; en los del tumor están la localización, estadio (o nivel de diseminación), grado de diferenciación histológica, agresividad y presencia de metástasis; y entre los institucionales, la accesibilidad, capacitación del personal para otorgar un diagnóstico, tratamiento y seguimiento adecuados, estudios de gabinete, así como los recursos propios del hospital (humanos, capacidad y recursos físicos).

Los síndromes dolorosos de cáncer se definen por la asociación de características particulares de dolor y de los signos físicos con consecuencias específicas de la enfermedad y su tratamiento.

Los objetivos de la valoración del dolor se fundamentan principalmente en dos puntos:

  • Estudiar acertadamente el malestar, identificar el síndrome doloroso y, si es posible, inferir la fisiopatología.

  • Evaluar su impacto y función en el sufrimiento del paciente.

El dolor en pacientes con cáncer es de origen multifactorial y complejo, se debe principalmente al tumor mismo hasta 90%, del cual 70% corresponde a invasión tumoral de hueso, tejidos blandos o estructuras neurales y 20% es secundario a los tratamientos como radioterapia (RT), quimioterapia (QT), cirugía, venopunción, aspiración de médula ósea, biopsia, endoscopia, etc., y solo 10% se debe a procesos no relacionados con la enfermedad. El estudio efectuado por nuestro grupo en el Instituto Nacional de Cancerología (INCan) mostró que la mayoría de los síndromes dolorosos incluyeron el hueso o lesiones en articulaciones (41.7% de los pacientes), lesiones viscerales (28.1%), infiltración del tejido suave (28.3%) y daños nerviosos periféricos (27.8%).

Es imprescindible dentro del manejo del dolor, la correcta evaluación del origen, características, localización, intensidad, factores que lo acompañan, aumentan, disminuyen o modifican, tratamientos previos y, finalmente, la evaluación psicosocial que nos proporciona información acerca del impacto del dolor en el paciente y su entorno; y, por supuesto, conocer todos los síndromes del dolor por cáncer, su origen multifactorial y la comprensión del dolor total.

El examen neurológico debe ser bien dirigido, así como los estudios de gabinete deben dirigirse al descubrimiento de la causa del dolor y la magnitud de la enfermedad, los resultados de estas pruebas se correlacionan con los ...

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