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Las manos tienen componentes con muchas características estructurales y funcionales singulares, y son propensos a desarrollar enfermedades dermatológicas específicas. En el plano estructural, las palmas tienen una gruesa capa de queratina y una gran concentración de glándulas sudoríparas, corpúsculos de Meissner y otros mecanorreceptores. En términos funcionales, las manos se utilizan para explorar el mundo y por tanto pueden sufrir lesiones físicas. Por lo regular son la primera parte del cuerpo que entra en contacto con los objetos y las sustancias del entorno. Como resultado, son con frecuencia el lugar de exposición a alergenos, irritantes y agentes infecciosos. Este concepto es fundamental para la transmisión de patógenos y el desarrollo de ciertas afecciones dermatológicas, como la dermatitis por contacto. Dada su ubicación distal, la irrigación neurovascular de las manos (en particular de los dedos) también puede predisponer a neuropatías y lesiones isquémicas. El dorso de las manos tiende a exponerse más al sol que las estructuras anatómicas situadas en el centro, lo que las somete a fotodermatosis y daños actínicos. Las manos también pueden mostrar signos cutáneos de enfermedad interna.
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En términos generales, las enfermedades cutáneas que afectan a las manos pueden clasificarse en las siguientes categorías en orden de frecuencia (cuadro 38–1):
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