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INTRODUCCIÓN

Este capítulo aborda las enfermedades de la piel que aparecen por razones psicológicas, a veces ocultas y difíciles de determinar, pero en otras ocasiones muy obvias para el médico atento: psicodermatosis. Las emociones juegan un rol de primer orden en el origen de algunas enfermedades de la piel, aunque aún queda por esclarecer su mecanismo de acción; tales enfermedades fueron denominadas “psicodermatológicas” por Herman Musaph, término que se ha extendido de manera considerable en Europa.

La piel es una extensa pantalla donde se proyectan imágenes eritematosas, discrómicas, papulosas, eccematosas, etc., como resultado del estímulo de corteza cerebral, diencéfalo y centro subtalámico a través de procesos psiconeuroendocrinoinmunológicos; esto permite entender mejor la relación piel-mente.

La piel es el órgano más extenso y superficial del cuerpo, lo que es ventaja y desventaja a la vez, pues el paciente repara fácilmente en las enfermedades que lo afectan y mide de inmediato si logra mejoría con un tratamiento indicado. Es un órgano muy inervado, vascularizado y sujeto a los cambios del sistema neurovegetativo que responde a las emociones de diferente forma: puede recibir estímulos y a la vez estimular, las glándulas sudoríparas ecrinas reaccionan de manera veloz a los cambios de temperatura, es destino de descargas fisiológicas de ansiedad y puede volverse el asiento de diversas expresiones de la mente y el alma.

La asociación de ciertos procesos cutáneos con determinados temperamentos, caracteres y patrones psicodinámicos es bien conocida. La irritabilidad aumentada del sistema nervioso simpático produce enrojecimiento del cuello, dermografismo, sudoración, manos frías y otras manifestaciones que no llegan a ser verdaderas enfermedades. Pero esto también ocurre en sentido contrario: las dermatosis pueden inducir problemas mentales por percibida apariencia antiestética, el temor al contagio o su malignidad. Estas preocupaciones pueden llevar a la neurosis o psicosis generada por una severa alteración de la imagen corporal.

Las manifestaciones cutáneas psicosomáticas se consideran equivalentes, afectivos y defensas del yo que pueden ser descargas disfrazadas de cólera, ansiedad, miedo u otro sentimiento. Una psicodermatosis puede implicar la canalización a la piel de diversos estados psicológicos como angustia, depresión, autocompasión, exhibicionismo o erotización, que hacen más llevadero el conflicto somatizado. Es similar a los casos presentados por otros pacientes a través de una úlcera gastroduodenal, vejiga neurogénica, colon irritable o hasta infartos.

Los padecimientos psicodermatológicos son los más ignorados y controvertidos en la dermatología, pero, paradójicamente, vitales en la práctica médica diaria. Según las corrientes en boga o el criterio del médico, entre los organicistas (quienes consideran que las enfermedades solo son alteraciones celulares o bioquímicas) y quienes se aferran a creer que todo es psicológico, permanecen estas afecciones. Un criterio ecléctico entre soma y psique como partes constituyentes del ser humano sería lo ideal, abandonando el modelo filosófico dualista y cartesiano de cuerpo y alma, retomando la medicina integral (esquema 14–1).

Esquema 14–1

Psique y piel.

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