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Introducción

La cirrosis hepática es una alteración crónica que se genera como consecuencia de múltiples agresiones que inducen procesos inflamatorios en el hígado. Morfológicamente se define como una alteración difusa de la arquitectura del hígado por fibrosis y nódulos de regeneración. Se sabe que los cambios histológicos condicionan una distorsión vascular intrahepática y una reducción de la masa funcional hepática; lo anterior conduce al desarrollo de hipertensión portal e insuficiencia hepática, los cuales se manifiestan en complicaciones mayores tales como ascitis, hemorragia de tubo digestivo alto, ictericia y encefalopatía hepática.1-5

A lo largo del tiempo se ha estudiado el daño hepático con base en una sola etiología causal, como el consumo crónico de alcohol, infecciones virales como los virus de las hepatitis B (HBV) y C (HCV) y, recientemente, hígado graso no alcohólico, con lo que se han establecido estrategias específicas de diagnóstico y tratamiento para cada una de ellas en forma particular. Sin embargo, en un mismo individuo pueden coexistir dos o más factores etiológicos, los cuales conducen a una progresión acelerada de la fibrosis y cirrosis hepática.

En el desarrollo del daño hepático, independientemente de la etiología, intervienen dos factores de suma importancia, la susceptibilidad genética del individuo y los factores ambientales que componen el entorno de dicha persona. De estos últimos, la alimentación y la actividad física juegan un papel determinante que va a conducir a una fibrogénesis lenta o acelerada en el hígado.6

En este capítulo se abordan los principales agentes etiológicos, su interacción genética con el medio ambiente, el mecanismo celular y molecular del desarrollo de la fibrosis y cirrosis hepática, además de que se considera por qué en México hay una baja prevalencia de carcinoma hepatocelular.

Etiología

Las causas más comunes de enfermedad hepática crónica en el mundo y en México son: el consumo crónico de alcohol, seguido por la infección crónica de los HBV y HCV y, en tercer lugar, la esteatohepatitis no alcohólica (EHNA),7 en menor proporción la hepatitis autoinmune, colestasis obstructiva crónica, hemocromatosis hereditaria, enfermedad de Wilson, obstrucción crónica del drenaje venoso, toxicidad por diversos fármacos, entre otras.1, 2

Los diferentes agentes etiológicos pueden causar daño tisular, inflamación, necrosis hepatocelular y hasta carcinoma hepatocelular, pero el tipo de reparación celular que predomine —ya sea regeneración o fibrosis— determinará que el tejido hepático se recupere, o bien que la fibrosis progrese y esta regeneración tisular anormal conduzca a la cirrosis (figura 29-1). El predominio de un tipo u otro de respuesta depende tanto de las características y persistencia del agente causal, como de las características propias del individuo.7

• Figura 29-1.

Estadios de daño hepático

Consumo crónico de alcohol

El consumo excesivo ...

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