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Hoy día, se cuenta con una enorme variedad de métodos eficaces para regular la fecundidad. Si bien todos tienen algún efecto secundario o peligros posibles, sigue siendo un axioma que evitar la concepción impone menos riesgos que el propio embarazo (cuadro 5-1). Disponer de métodos anticonceptivos es de máxima importancia para la atención de las mujeres, porque tan sólo en Estados Unidos 50% de los embarazos son no deseados (Finer, 2014). Además, 50% de estas mujeres utilizan métodos anticonceptivos en el momento de la concepción (Henshaw, 1998). Las estadísticas al respecto han obligado a analizar de nuevo la asesoría respecto de los métodos anticonceptivos con objeto de evitar embarazos no planeados (American College of Obstetricians and Gynecologists, 2011; Steiner, 2006).
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En la actualidad, los métodos se agrupan de acuerdo con su eficacia. Los métodos de primer nivel o de primer tipo son los más eficaces y se caracterizan por su facilidad de uso (fig. 5-1). Estos métodos necesitan motivación o intervención mínimas por parte de la usuaria y su tasa de embarazos no deseados es <2 por 100 mujeres en el primer año de utilización (cuadro 5-2). Como cabría esperar, los métodos del primer tipo ofrecen la anticoncepción más duradera después de comenzada y exigen el menor número de consultas subsiguientes para control. Los métodos del primer tipo comprenden los dispositivos intrauterinos, los implantes y varios métodos de esterilización del varón y la mujer. La disminución de los embarazos no buscados puede lograrse mejor si se incrementa el empleo de métodos del primer tipo. Por consiguiente, si bien con todos los métodos anticonceptivos se brinda asesoría, también se pueden disipar ideas erróneas frecuentes respecto de los métodos del primer tipo y, en particular, los anticonceptivos intrauterinos.
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