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Introducción

La muerte inquieta e impone silencio. Es por eso que resulta raro iniciar una conversación sobre ese tema en una situación en que no parece preciso hablar de ello (si no hay nadie que vaya a morir o que haya fallecido). Pero cuando algo de esto sucede también resulta muy difícil hablar de eso pues uno no sabe cómo hacerlo. En muchos casos la gente no aprendió a compartir las preguntas y sentimientos que provoca la muerte; lo que es peor, se le enseñó a callar y actuar ante ella como si no estuviera presente, aunque de hecho lo esté.

Quizá podría pensarse que los médicos están más preparados para hablar de la muerte, puesto que su profesión los obliga a enfrentarla de manera más o menos frecuente, si bien esto varía en función de su especialidad y tipo de práctica. Pero no es así porque los médicos tampoco quieren saber del tema; han elegido su profesión para curar y salvar vidas, quizá también para sobreponerse al temor que a ellos mismos les causa saber que van a morir, tal como lo explica Nuland, al decir que hay estudios que muestran que la carrera de medicina atrae a las personas más angustiadas por la muerte.1

Lo cierto es que son muchos los médicos que prefieren eludir el tema con sus pacientes cuando se dan cuenta que su muerte es inevitable. No es que se propongan evadir la situación ni que decidan abandonarlos o que quieran mentirles. Pero de alguna manera lo hacen y les fallan porque piensan que su deber es hacer todo lo posible para prolongar su vida y, con esta idea, indican tratamientos o estudios que en realidad ya no ayudan a los enfermos. En general, a las familias sí se les pone al tanto de la situación y en muchos casos ellas mismas piden a los médicos que no informen a su familiar enfermo. Y mientras el paciente desconozca su verdadera situación, seguirá aceptando tratamientos para curarse y no estará en posición de tomar otras decisiones que podría interesarle tomar si supiera lo que le está pasando.

Por eso es necesario que los médicos revisen y reflexionen sobre los objetivos que guían su práctica médica. De acuerdo con Pérez-Tamayo,2 además de preservar la salud, uno de los objetivos de la medicina es evitar las muertes prematuras e innecesarias. Y tan importante como es precisar el tipo de muerte a impedir, es recordar el otro objetivo de la profesión: curar (o aliviar cuando esto no sea posible) y siempre apoyar y acompañar al paciente.

De manera que la atención al enfermo terminal forma parte de los deberes del médico, pero hace falta mayor reflexión en su formación para definir en qué debe consistir esta atención y mayor preparación para brindarla de manera eficaz. Este capítulo, dirigido de manera especial a futuros médicos que estudian en ...

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