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En otros casos, si la interferencia se vuelve imperativa, la introducción de un catéter en el útero, o el empleo de una pequeña bolsa de caucho de Champetier de Ribes, actúa como un irritante uterino efectivo y produce una dilatación completa.
—J. Whitridge Williams (1903)
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Cuando Williams escribió la primera edición de este libro no había medios efectivos de inducción del parto disponibles. Los métodos de aumento del trabajo de parto eran en gran medida ineficaces, y la dilatación cervical manual se realizaba como último recurso. En el presente, cuando varios agentes farmacológicos permiten la inducción o el aumento del trabajo de parto, el uso de un “catéter” ha vuelto a ponerse de moda.
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La inducción implica la estimulación de las contracciones antes del inicio espontáneo del trabajo de parto, con o sin ruptura de membranas. Cuando el cuello uterino se cierra y no se dilata, la inducción del parto a menudo comenzará con la maduración cervical, un proceso que generalmente emplea prostaglandinas para ablandar y abrir el cuello uterino. El aumento se refiere a la mejora de las contracciones espontáneas que se consideran inadecuadas debido a la dilatación cervical fallida y el descenso fetal, inertia uteri, como lo describe Williams (1903).
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En Estados Unidos, la incidencia de inducción de partos aumentó 2.5 veces, del 9.5% en 1991 al 23.8% en 2015 (Martin, 2017). La incidencia varía entre las prácticas. En Parkland Hospital, aproximadamente el 35% de los trabajos de parto son inducidos o aumentados. En comparación, en el Hospital de la Universidad de Alabama, en Birmingham, el trabajo de parto se induce en aproximadamente el 20% de las mujeres y otro 35% recibe oxitocina para el aumento, para un total del 55%. Este capítulo analiza las indicaciones para la inducción y el aumento del trabajo de parto, y varias técnicas para efectuar la maduración cervical previa a la inducción.
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La inducción está indicada cuando los beneficios para la madre o el feto superan a los de la continuación del embarazo. Las indicaciones más comunes incluyen rotura de membranas sin trabajo de parto, hipertensión gestacional, oligohidramnios, sufrimiento fetal, embarazo postérmino y diversas afecciones médicas de la madre como hipertensión crónica y diabetes (American College of Obstetricians and Gynecologists, 2016).
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Los métodos para inducir o aumentar el trabajo de parto están contraindicados por la mayoría de las condiciones que imposibilitan el trabajo de parto espontáneo o el parto. Las pocas contraindicaciones de la madre están relacionadas con el tipo de incisión uterina anterior, la anatomía pélvica contraída o distorsionada, las placentas implantadas de forma anormal y las afecciones poco comunes, como la infección por herpes genital activo o el cáncer de cuello uterino. Los factores fetales incluyen macrosomía apreciable, hidrocefalia grave, mala presentación o sufrimiento fetal.