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La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad sistémica autoimune multigénica caracterizada por inflamación de las articulaciones diartroidales con tendencia a la simetría, la expresión de manifestaciones extraarticulares puede presentarse desde el inicio de la enfermedad o durante la evolución.
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La prevalencia de la AR se ha calculado de 0.5 a 1 % en la población mundial con impacto socioeconómico importante. Tanto el carácter potencialmente invalidante como los altos costos del tratamiento requieren un esfuerzo común para incrementar el diagnóstico y tratamiento temprano con la finalidad de limitar los procesos inflamatorios, daño estructural y de este modo mejorar calidad de vida.
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El conocimiento de los mecanismos fisiopatogénicos en la última década han dado lugar a diferentes herramientas para mejorar el abordaje integral de la enfermedad, nuevos criterios de clasificación, aplicación de estrategias terapéuticas con la finalidad de lograr remisión o en su defecto el más bajo nivel de actividad de la enfermedad.
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De igual manera la evolución de la biología molecular y el desarrollo de múltiples ensayos clínicos aleatorizados, han permitido el surgimiento de nuevos paradigmas en el tratamiento de AR, tales como: la optimización del manejo de metotrexato que continua siendo el pilar terapéutico1 el desarrollo de instrumentos confiables para la evaluación clínica,2 el diagnóstico en fases tempranas con la necesidad imperativa de iniciar terapia efectiva de manera inmediata,3 el desarrollo de la estrategia dirigida a objetivo (treat to target) que implica un control estricto (tight control) de síntomas clínicos y adaptación continua al tratamiento para lograr remisión de la enfermedad (o al menos baja actividad de la enfermedad),4 así como la efectividad de la terapia biológica.5 Sin embargo, en un porcentaje considerable de pacientes no se logran los objetivos deseados, por lo que aún se requieren del desarrollo de estudios y estrategias terapéuticas.
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El uso de altas dosis de salicilatos y glucocorticoides en la primera mitad del siglo XX evidenció la falta de eficacia y elevada toxicidad. Posteriormente se desarrolló una estrategia terapéutica de tipo piramidal que consistía en tratamientos prolongados con antiinflamatorios no esteroideos (AINE) con o sin glucocorticoides, antes de iniciar un fármaco modificador de la enfermedad (FARME) como sales de oro o penicilamina, limitados por su eficacia y riesgo de toxicidad con la subsecuente progresión de la enfermedad.6 En la década de 1980 se fue introduciendo el manejo de metotrexato con resultados clínicos favorables. Actualmente la asociación de FARME sintéticos y el desarrollo de FARME biológicos han permitido el desarrollo de un tratamiento temprano y agresivo, cuyo objetivo es la remisión o baja actividad de la enfermedad.
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Criterios de clasificación
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El diagnóstico en las etapas iniciales es fundamental para mejorar calidad de vida con intervenciones terapéuticas adecuadas, sin embargo, el reconocimiento puede representar un reto clínico, ya que la afección articular puede ser ...