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El dolor canceroso amerita su propia categoría porque sus causas y tratamiento son singulares. El dolor por cáncer consiste en dolor agudo y crónico originado de la neoplasia misma y de los tratamientos relacionados con ella como cirugía, quimioterapia, radioterapia e inmunoterapia. Además, los pacientes con dolor relacionado con cáncer también tienen dolor agudo o crónico no relacionado con cáncer y esta posibilidad no debe ser pasada por alto cuando se ofrece tratamiento a pacientes con cáncer.
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El dolor relacionado con cáncer incluye el dolor somático (p. ej., invasión neoplásica de los tejidos como tumoraciones fungoides dolorosas en la pared torácica por cáncer mamario), dolor visceral (p. ej., hepatomegalia dolorosa por metástasis hepáticas, distensión de la cápsula hepática), dolor neuropático (p. ej., invasión neoplásica de las raíces nerviosas sacras) o dolor por síndrome paraneoplásico (p. ej., neuropatía periférica relacionada con la producción de anticuerpos anti-Hu). La quimioterapia puede causar neuropatías periféricas; la radiación puede causar neuritis o alodinia cutánea y la cirugía puede causar síndromes dolorosos posquirúrgicos persistentes como síndromes dolorosos posmastectomía o postoracotomía.
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En términos generales, los pacientes con dolor relacionado con cáncer no muestran un solo tipo de dolor; pueden tener múltiples razones para el dolor y por tanto se benefician de una estrategia amplia y multimodal. La escalera analgésica de la Organización Mundial de la Salud, publicada por primera vez en 1986, sugiere el inicio de tratamiento farmacológico con analgésicos no opioides, después continuar con agonistas opioides débiles, seguidos de la administración de agonistas opioides potentes. Debe notarse que esta escalera terapéutica se desarrolló para favorecer el tratamiento del dolor en áreas del mundo donde no se ofrecía tratamiento para el dolor. Mientras que el tratamiento con opioides puede ser útil para la mayor parte de los pacientes que viven con dolor relacionado con cáncer, el tratamiento debe individualizarse dependiendo del paciente, su familia y el médico. Por ejemplo, si uno de los objetivos de la atención es tener a un paciente lúcido y coherente, los opioides podrían no ser la opción óptima; los tratamientos intervencionistas como dispositivos implantables pueden ser una opción, sopesando sus riesgos y costos contra los beneficios potenciales. Alternativamente, en pacientes moribundos, en el supuesto de que se documente de manera cuidadosa y continua la aparición de dolor nuevo o de intensidad acelerada, es aceptable el uso de dosis de opioides que excedan a la dosificación habitual recomendada para el dolor agudo (posoperatorio).
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Uno de los retos singulares en el tratamiento del dolor relacionado con cáncer es que a menudo es un “blanco móvil”, con progresión de la enfermedad y mejorías en la progresión de la misma o bien, empeoramiento del dolor directamente relacionado con la quimioterapia, radioterapia o inmunoterapia. Por tanto, podrían ser necesarios ajustes frecuentes a cualquier régimen farmacológico. Los métodos intervencionistas, como la neurólisis del plexo celíaco y el tratamiento intratecal son métodos apropiados y bien estudiados para la analgesia, así como ...