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Dotado de una gran resistencia en relación con su peso y capaz de perdurar durante décadas o incluso siglos en medios adecuados tras la muerte, estructuralmente el hueso es un tejido conectivo mineralizado. Desde el punto de vista fisiológico, es un tejido dinámico, muy vascularizado, ricamente inervado y sometido a continuos procesos de remodelado y reparación a lo largo de toda la vida. Y en cuanto a su función, el esqueleto: a) constituye el soporte estructural de la morfología anatómica del individuo; b) facilita palancas, articulaciones y puntos de inserción para músculos y tendones, base del movimiento; c) protege el encéfalo, médula espinal y el contenido del tórax y pelvis, y d) alberga la médula ósea, matriz de la hematopoyesis y de las propias células óseas.
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Junto a lo anterior, en los huesos se encuentra 99% del calcio, 85% del fósforo, 60% del magnesio y 35% del sodio de la economía humana, cumpliendo funciones metabólicas esenciales.
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Comparado con el peso corporal, el esqueleto representa entre 12% en mujeres adultas normosómicas y 15% del peso total en hombres, cantidad repartida entre el hueso (~ 2/3 partes) y la médula ósea (~ 1/3). Así, en un varón normosómico de 70 kg el esqueleto pesaría unos 10.5 kg, repartidos entre ~7.0 kg en hueso y 3.5 kg en la médula.
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Desde un punto de vista morfológico, adopta dos variedades: cortical o compacto, y trabecular o esponjoso. El hueso cortical (presente en la diáfisis de los huesos largos, láminas externa e interna de los planos y periferia de los cortos) representa de 75%–80% del peso del esqueleto, y visto al microscopio muestra una estructura con conductos o canales que discurren en paralelo a lo largo del mismo. Estos conductos, ya descritos en 1691 por Compton Havers, tienen un diámetro de 10 a 350 μm. En el interior de los más finos discurren un capilar y una vénula, y en los de mayor diámetro se hallan varios vasos sanguíneos, linfáticos y fibras nerviosas. De manera concéntrica, a cada conducto se disponen las laminillas óseas adoptando una morfología característica denominada osteona (figura 81–1). Los conductos de Havers se comunican entre sí, con el periostio y con la superficie de la cavidad medular merced a un sistema de conductos transversales (de Volkmann) que representa la conexión entre la red vascular del periostio con los vasos sanguíneos de la cortical y la médula ósea.
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En cuanto al hueso trabecular, o esponjoso (localizado en la parte central de los huesos cortos, epífisis y metáfisis de los largos e interior de los planos), carece de conductos de Havers, presenta cavidades irregulares ocupadas por la médula ósea y sus laminillas se disponen alrededor de esas cavidades (figura 81–2). A pesar de que ...