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En el curso de un periodo muy corto, a la inmunidad se le han adjudicado no sólo una multitud de ideas médicas de la mayor importancia, sino también el ser un medio eficaz para combatir toda una serie de males de la peor naturaleza tanto en el humano como en los animales domésticos.
―Elie Metchnikoff, 1905
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Los “males” contra los que luchaban Metchnikoff y los otros pioneros de la inmunología eran las infecciones y durante decenios su campo se definió en función de la respuesta inmunitaria a la infección. Ahora se ha comprendido que el sistema inmunitario es una parte tan importante de la función biológica humana cotidiana como los sistemas cardiovascular o renal. En sus estados adaptativos y alterados, las enfermedades infecciosas sólo representan una parte importante, junto con el cáncer y las enfermedades autoinmunes. Los estudiantes de medicina toman la materia de inmunología como una unidad independiente con su propio texto que cubre el campo de manera amplia. Este capítulo no tiene el propósito de cumplir esa función o de convertirse en una versión abreviada, aunque amplia, de tales fuentes; más bien, se incluye como una reseña general de los aspectos relacionados con la infección para otros estudiantes y como referencia interna acerca de temas que aparecerán de nuevo en páginas posteriores del libro, entre los cuales se incluyen algunos de los mayores éxitos de la ciencia médica. El avance inicial y continuo de las vacunas que previenen y que tienen el potencial de eliminar las enfermedades sólo es un ejemplo. Asimismo, el conocimiento de la respuesta inmunitaria ante la infección es parte integral para comprender la patogenia de las enfermedades infecciosas. Resulta que uno de los principales atributos de un patógeno exitoso es evadir o confundir al sistema inmune.
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La respuesta inmunitaria hacia las infecciones incluye dos componentes principales: inmunidad innata e inmunidad adaptativa. Los principales efectores de ambas son las células que forman parte de la serie de glóbulos blancos de la sangre derivados de células madre hematopoyéticas en la médula ósea (figura 2–1). La inmunidad innata incluye la participación de los sistemas físico, celular y químico del organismo que responden a todos los aspectos de los invasores externos; éstos incluyen las barreras de mucosa, las células fagocíticas y la acción de las glucoproteínas circulantes, como el complemento. El aspecto adaptativo se denomina en ocasiones inmunidad específica, debido a que tiene la capacidad para desarrollar nuevas respuestas que son sumamente específicas a los componentes moleculares de los agentes infecciosos y que se denominan antígenos. Tales encuentros activan el desarrollo de nuevas respuestas celulares y la producción de anticuerpos circulantes, que tienen un componente de memoria si el invasor regresa. Crear en forma artificial esta memoria es, por supuesto, el propósito final de las vacunas.
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