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Existen varias complicaciones neurológicas no metastásicas de enfermedad maligna. La encefalopatía metabólica por alteraciones en electrólitos, infecciones, sobredosis de fármacos o insuficiencia de algún órgano vital puede manifestarse como somnolencia, letargo, inquietud, insomnio, agitación, confusión, estupor o estado de coma. Los cambios mentales casi siempre se acompañan de temblor, asterixis y mioclono multifocal. El electroencefalograma suele mostrar lentitud difusa. Se necesitan estudios de laboratorio a fin de detectar la causa de la encefalopatía, para luego aplicar el tratamiento apropiado.
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La inmunodepresión resultante de la enfermedad maligna o el tratamiento (p. ej., quimioterapia) predispone a los pacientes a absceso cerebral, leucoencefalopatía multifocal progresiva, meningitis, infección por herpes zóster y otras infecciones oportunistas. Además, una fístula oculta o manifiesta del líquido cefalorraquídeo, como ocurre con algunos tumores, también incrementa el riesgo de infección. La MRI o la CT ayudan a la detección oportuna de un absceso cerebral, pero los tumores cerebrales metastásicos pueden tener una apariencia similar. Se realiza estudio del líquido cefalorraquídeo para valorar a los pacientes con meningitis y encefalitis, pero es inútil para el diagnóstico del absceso cerebral.
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Los trastornos vasculares cerebrales que inducen complicaciones neurológicas en personas con cáncer sistémico incluyen endocarditis trombótica no bacteriana y embolización séptica. Puede haber hemorragias cerebrales, subaracnoideas o subdurales en los individuos con leucemia mielógena y también se presentan en relación con tumores metastásicos, en particular melanoma. En aquellos con trombocitopenia notable, en ocasiones se produce hemorragia subdural de la médula espinal después de punción lumbar.
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La coagulación intravascular diseminada se origina más a menudo en sujetos con leucemia promielocítica aguda o con algunos adenocarcinomas y se caracteriza por encefalopatía fluctuante, muchas veces con convulsiones, que evoluciona con frecuencia a estado de coma o muerte. Es posible que haya pocos signos neurológicos concomitantes. La trombosis del seno venoso, que suele manifestarse en la forma de convulsiones y cefaleas, también puede ocurrir en pacientes con leucemia o linfoma. A menudo la exploración revela papiledema y signos neurológicos focales o difusos. Quizá sean útiles anticonvulsivos, anticoagulantes y fármacos para disminuir la presión intracraneal.
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Los trastornos paraneoplásicos autoinmunitarios se manifiestan cuando el sistema inmunitario reacciona contra antígenos neuronales expresados por las células neoplásicas. Las manifestaciones clínicas dependen del autoanticuerpo. Los síntomas a veces anteceden a los de la propia neoplasia. Son comunes varios síndromes diferentes, cada uno asociado con anticuerpos y tumores específicos (cuadro 24–5). No siempre es posible la identificación de un anticuerpo cuando se sospechan enfermedades paraneoplásicas autoinmunitarias y debe llevarse a cabo la búsqueda de neoplasias subyacentes. El tratamiento de la neoplasia ofrece la mejor esperanza para la estabilización o mejora de los síntomas neurológicos, los cuales a menudo no son completamente reversibles. A menudo se intenta el tratamiento específico de síntomas mediados por anticuerpos con la administración de inmunoglobulina intravenosa (IVIG), plasmaféresis, corticoesteroides u otros regímenes inmunodepresores, pese a que exista evidencia limitada de su eficacia. Muchos ...