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Por lo general, se utiliza el término “espasticidad” para aludir a una deficiencia de neurona motora superior, pero en realidad se refiere a un aumento dependiente de la velocidad de la resistencia al movimiento pasivo que afecta diferentes músculos en distinta medida, no es uniforme en intensidad a lo largo de cierto límite de movimiento particular y muchas veces se vincula con otras manifestaciones de deficiencia piramidal. Con frecuencia es una complicación mayor de un accidente cerebrovascular, una lesión cerebral o raquídea, una encefalopatía perinatal estática y esclerosis múltiple. La espasticidad puede intensificarse por lesiones por presión, infecciones urinarias o en otro sitio y por estímulos nociceptivos.
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Es importante la fisioterapia con programas apropiados de estiramiento durante la rehabilitación después del surgimiento de una lesión en la neurona motora superior y para el tratamiento posterior del paciente. El objetivo es evitar las contracturas articulares y musculares y tal vez modular la espasticidad.
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El tratamiento farmacológico también es importante, pero puede acentuar la limitación funcional cuando el tono extensor aumentado suministra apoyo adicional al paciente con piernas débiles. A menudo es útil el tratamiento farmacológico con baclofeno (5 a 10 mg cada 12 h por VO ajustado hasta 80 mg al día), tizanidina (2 a 8 mg cada 8 h por VO), diazepam (2 a 10 mg cada 8 h por VO) o dantroleno (25 mg cada 24 h por VO, ajustada cada tres días según la tolerancia hasta un máximo de 100 mg cada 6 h). Es mejor evitar el dantroleno en pacientes con función respiratoria deficiente o enfermedad miocárdica grave. Los cannabinoides también son efectivos para reducir la espasticidad, pero tienen efectos colaterales, como mareo, somnolencia y fatiga. La inyección intramuscular de toxina botulínica se usa para relajar músculos específicos.
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En pacientes con espasticidad grave que no responde a otros tratamientos y se acompaña de discapacidad marcada, la inyección intratecal de fenol o alcohol puede ser útil. Las opciones quirúrgicas incluyen implantación de una bomba intratecal de baclofeno, rizotomía o neurectomía. Las contracturas graves pueden corregirse con liberación quirúrgica del tendón.