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INTRODUCCIÓN

Se calcula que la hipertensión crónica complica alrededor del 5% de los embarazos. El diagnóstico se establece cuando la hipertensión antecede al embarazo o es evidente antes de las 20 semanas de gestación para distinguirla de la hipertensión relacionada con el embarazo. Es difícil hacer esta diferenciación cuando la primera consulta se realiza después de las 20 semanas, pero la hipertensión crónica se confirma si la presión sanguínea se mantiene elevada 12 semanas después del parto. Los factores de riesgo para la hipertensión crónica incluyen edad materna avanzada, raza negra y obesidad. Aunque la hipertensión esencial es por mucho la etiología más frecuente, deben buscarse causas de hipertensión secundaria cuando haya indicaciones clínicas.

Las pacientes con hipertensión crónica tienen mayor riesgo de resultados maternos y perinatales adversos. Incluso en 20% de mujeres con hipertensión leve se sobreañade preeclampsia, pero el riesgo aumenta a 50% si hay hipertensión grave inicial (160/110 mmHg o mayor), e incluso es todavía mayor si hay daño manifiesto de órgano terminal. Cuando la preeclampsia se suma a la hipertensión crónica, se advierte tendencia a que aparezca en edad gestacional más temprana, sea más grave y perturbe el crecimiento fetal. Las mujeres con hipertensión crónica están también expuestas a un mayor riesgo de desprendimiento prematuro de placenta, cesárea, parto prematuro y mortalidad perinatal.

De manera ideal, las mujeres con hipertensión crónica se deben valorar antes de la concepción para detectar daño de órganos terminales, valorar la necesidad de administrar tratamiento antihipertensivo y suspender los teratógenos. Las pruebas específicas ordenadas pueden variar dependiendo de la gravedad del trastorno hipertensivo, pero es apropiada una valoración de la función hepática, renal y cardiaca (p. ej., la medición de proteínas en orina de 24 h y ecocardiograma materno si la madre toma fármacos).

Cuando no se sabe si la mujer tiene hipertensión crónica, entonces el comienzo del tratamiento antihipertensivo en la embarazada estará indicado solo si la presión arterial está en un nivel sostenido de ≥ 160/110 mmHg, o si hay manifestaciones de daño de órgano terminal. No se ha demostrado que el tratamiento de la hipertensión mejore los resultados del embarazo, pero está indicado en pacientes con hipertensión significativa en favor de la salud cardiovascular materna. Si bien la metildopa (cuadro 11–10) posee el registro más prolongado de inocuidad durante el embarazo, la nifedipina (cuadro 11–7) y el labetalol (cuadro 11–9) también son aceptables y estos tres fármacos se recomiendan por encima de los demás al instituir el tratamiento durante el embarazo. Debe tenerse cuidado de no producir un descenso excesivo de la presión sanguínea, ya que esto podría reducir la perfusión uteroplacentaria. El objetivo es una disminución discreta de la presión sanguínea y la prevención de la hipertensión grave.

Si la paciente con hipertensión crónica leve permanece estable con un régimen farmacológico cuando inicia el embarazo, casi siempre es adecuado continuar ese ...

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