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Casi 40% a 50% de las mujeres experimentará preocupaciones sobre su salud sexual en algún momento de su vida. El DSM-5 actualizó la clasificación de la disfunción sexual femenina, combinó el trastorno por deseo sexual hipoactivo (HSDD, hypoactive sexual desire disorder) y el trastorno de la excitación sexual en una categoría más amplia llamada “trastorno femenino del interés o excitación sexual”. A pesar de su reclasificación, algunos grupos recomiendan mantener los dos como entidades clínicas separadas debido a la fisiopatología diferente y la evidencia específica que apoya los tratamientos para el HSDD. Otros trastornos que pueden afectar la salud sexual femenina incluyen el trastorno orgásmico femenino y el dolor genitopélvico o trastorno para la penetración. Cuando se diagnostica cualquier trastorno de la salud sexual, los síntomas deben estar presentes al menos por seis meses, deben causar sufrimiento a la paciente y cumplir al menos tres de seis criterios específicos relacionados con los síntomas y frecuencia (descritos en DSM-5) para asegurar un diagnóstico preciso. Los criterios de duración pueden limitar el diagnóstico excesivo, ya que los trastornos transitorios afectan a menudo la función sexual, como un conflicto en la relación u otros sucesos de la vida.
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Aunque los trastornos sexuales femeninos son frecuentes, solo una tercera parte de las mujeres busca ayuda de su médico. Por lo tanto, es importante que los profesionales de la salud inviten a las mujeres a hablar sobre sus preocupaciones sexuales mediante el inicio regular de un diálogo sobre la salud sexual durante las visitas al consultorio. A las pacientes que expresan preocupación se las puede someter a un interrogatorio más completo que incluye el inicio, duración e intensidad de los síntomas, además del sufrimiento relacionado. Existen varios instrumentos de detección que pueden ser útiles para identificar trastornos específicos.